Digo esto como mujer católica que toma en serio su fe, su historia y sus responsabilidades: no me uniré a ningún movimiento que albergue antisemitismo. No en lenguaje codificado, no en ironía, no en "solo haciendo preguntas". Los groypers a la derecha y los "decolonizadores" socialistas a la izquierda están bebiendo del mismo pozo envenenado. Nuestros Padres Fundadores creían en la libertad de expresión, y yo también. No quiero que la gente sea despojada de plataformas, pero tampoco quiero que los fanáticos sean pedestalizados. Son libres de gritar al vacío, pero nadie debería darles credibilidad, legitimidad o la dignidad del silencio. América tiene una relación única y especial con Israel, una relación que no solo se basa en la seguridad, sino en una herencia civilizacional compartida. Una creencia en la dignidad humana. El estado de derecho. La santidad de la vida. El peso moral de la historia. El pueblo judío ha sido chivo expiatorio, masacrado, exiliado y culpado por los pecados de cada época. Y cada vez, el mundo preguntó después: ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Por qué nadie habló antes? Bueno, esto es antes. Los judíos son nuestros hermanos y hermanas en la historia de Dios. Israel es un amigo y aliado. Y en América, las familias judías merecen vivir sin miedo, sin acoso y sin amenazas.