a veces la cuchara fallaba en llevar el peso de su ofrenda quizás reconociendo la renuencia de los labios a separarse cuando eso sucedía, mi mano heredaba la quietud de las sábanas y esperaba en el resplandor de la estática de la televisión esperando ser testigo de dientes o lengua o sentir recuerdos en el aliento llenando poros por un momento
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