La verdadera dignidad es tener moderación ante los deseos, encontrar un equilibrio entre ganancias y pérdidas, y dejar espacio. Es ser capaz de reconocer el corazón de los demás y también tener el valor de expresar el propio. Las relaciones son más valiosas que los regalos. Los regalos son solo un vehículo de la intención, su valor se basa en la comprensión y la respuesta mutua, y no en el precio o la rareza. Si no compartes el mismo gusto, no es necesario seguir el mismo camino; si los valores son diferentes, al menos se puede recurrir a la ley. La dignidad no se logra menospreciando a los demás para elevarse a uno mismo, sino evitando que los deseos baratos influyan en nuestras decisiones. El dinero puede comprar lujo, pero no educación; podría comprar placeres efímeros, pero no respeto duradero. Las modas son efímeras, el estilo perdura, la dignidad es como un té de árbol antiguo de mil años, estable y con carácter.
4.22K