La inteligencia puede llevar a la subjetividad; si esta se vuelve excesiva, se convierte en prejuicio. Si el prejuicio se intensifica, se transforma en obsesión, y al aferrarse a esta obsesión, se desencadena una ilusión y una aniquilación. La inteligencia en sí misma es una característica que se presta fácilmente a la sobreestimación.
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