Por cada métrica, el asesinato de la joven en Charlotte, Carolina del Norte, fue más brutal que la muerte de George Floyd. Ella no era una delincuente violenta ni estaba cometiendo más crímenes cuando de repente se encontró desangrándose en un tren tras un ataque con cuchillo por la espalda. Pero los políticos no responderán con urgencia porque saben que aquellos que están indignados no matarán, no quemarán vecindarios, no ocuparán áreas enteras y no se desatarán como lo hicieron los de la izquierda en 2020.