En muchos países desarrollados, cuando la economía enfrenta problemas, el gobierno suele optar por la solución más directa: dar dinero a la población. Creen que, siempre que el dinero llegue a las manos de la gente, el mercado se recuperará por sí mismo. Una vez que la población recibe el dinero, generalmente lo gasta rápidamente en compras, viajes y mejoras en su calidad de vida, lo que hace que el capital vuelva a fluir al mercado y el ciclo económico se recupere rápidamente, mostrando resultados en poco tiempo. Pero hay una nación que es diferente. Este pueblo carece de un sentido de seguridad en su esencia y está lleno de ansiedad por el futuro. Han visto muchos riesgos y están acostumbrados a los eslóganes, por lo que son tanto extraños como cautelosos ante las políticas de "estímulo económico". Así que cuando el gobierno reparte dinero, no piensan en gastar, sino que lo ahorran en silencio o se apresuran a pagar sus hipotecas. No es que no quieran gastar, sino que son muy conscientes de que el dinero gastado no siempre se puede recuperar, y siempre hay alguien que quiere hacerles daño.