Como ejemplo, una persona que vino de la nada o que pasó por momentos difíciles podría justificar más fácilmente hacer algo que odia para salir de una situación. Hay tantas historias de personas como esta que comenzaron negocios o comerciaron con criptomonedas cuando estaban en su punto más bajo y pudieron pasar de cero a héroe a través de pura intencionalidad. No importaba si el negocio era genial o divertido, solo que vendía palas en una gran avalancha. No importaba que mirar gráficos durante 16 horas al día fuera agotador, solo que había la posibilidad de capitalizar una breve ventana de oportunidad. Totalmente agotador, pero al menos había una Estrella del Norte, aunque fuera temporal. Al menos había una razón para despertarse cada día, incluso si estaba patrocinada por emociones negativas. Esto es dolor, no infierno. El infierno es cuando no existe un propósito, obligando a tus días a estar adornados por una capa perpetua de entumecimiento. Estás haciendo cosas, pero no tienes idea de por qué las estás haciendo. Te conformas con todo a cambio de nada. He estado en ambas situaciones, y es probable que tú también. A veces tienes que ser impulsado por un futuro más brillante, otras veces puedes reflexionar sobre un pasado más oscuro. Pero lo que importa es que puedes sentir algo en el presente.