Hay una especie de persecución en el mundo islámico que ocurre a través de las estructuras de la iglesia y la cooperación estatal. Es cuando los líderes cristianos, queriendo proteger sus posiciones o mantenerse en buena posición con el gobierno, terminan sirviendo a la misma agenda islámica que mantiene débil al cristianismo. En Jordania, más de una vez, los misioneros protestantes estadounidenses han sido deportados porque la "iglesia oficial" pidió a las autoridades que actuaran. La jerarquía ortodoxa, reconocida por el estado, presenta la queja y en cuestión de días los misioneros son expulsados. El gobierno no tiene que justificarlo; Simplemente pueden decir: "La iglesia lo solicitó". Lo mismo está sucediendo en Egipto. Los líderes de la iglesia evangélica recurren a las autoridades para cerrar las iglesias independientes. En ambos casos, el estado actúa rápido y todos los involucrados están protegidos de la culpa porque la orden vino de "la iglesia".