El momento más radicalizador de mi vida ocurrió cuando tenía 21 años. En ese momento, vivía de sueldo en sueldo y APENAS llegaba a fin de mes. Era día de pago, y fui a usar mi tarjeta de débito para comprar comestibles, y fue rechazada. Sabía que el depósito directo ya estaba hecho y estaba confundido. Mi cuenta estaba casi vacía. Fui al banco para averiguar qué había pasado y casi pierdo la cabeza. Me cobraron docenas de tarifas por sobregiro de 30 dólares. El banco intencionalmente procesó primero los cargos grandes a pesar de que los cargos grandes se cobraron después. Retuvieron los cargos de microcompras más bajos, y luego, una vez que mi cuenta se quedó en cero, procesaron una serie de pequeños cargos, cobrando 30 dólares por cada uno. Pagué más de 30 dólares por una lata de altoids, pagué 35 dólares por cinco dólares de gasolina. Si hubieran procesado los cargos correctamente, simplemente habría sido rechazado. Era joven e ingenuo y apenas llegaba a fin de mes, pero mi saldo en el cajero automático seguía diciendo que había fondos disponibles. Me golpearon con tantos cargos por sobregiro que me tomó meses volver a estar en una situación equilibrada. Aún pienso en eso hoy, y me llena de rabia. Aún siguen haciendo estas tonterías hoy en día con los jóvenes y los pobres. Así que sí, soy duro y crítico con nuestro sistema bancario. Quiero que todos ellos estén en prisión.
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