No. No asilo. No refugiados. No hombres. No mujeres. No niños. América no es un campamento de refugiados. América no es un refugio para personas sin hogar. América no es una sala de pánico. América es un hogar para los estadounidenses. América no le debe al mundo ni un centavo de caridad ni un centímetro cuadrado de terreno. América ya beneficia a todo el mundo, simplemente por existir y cuidar de sí misma, porque la mera existencia de América dispersa la riqueza comercial y la innovación tecnológica como lluvia en el desierto, como maná del cielo. Por primera vez en la historia, la mayoría del mundo no vive en una pobreza desesperanzada y aplastante. Gracias a América. Pero América no puede continuar, como Atlas, sosteniendo el cielo sobre sus hombros, si está llena de aprovechadores. Si está llena de personas que, por desafortunadas que sean, por inocentes que sean, por agraviadas que sean, no pueden traernos más que una necesidad inútil. Lo único que América puede hacer por estas personas, hacer y sostener, es mejorar la vida de todos donde ya están, descubriendo los secretos del universo y construyendo una civilización más alta. Es lento. Es difícil para las personas de buen corazón y mente blanda aceptar. Pero es el único plan que funciona. Solo podemos aceptar a aquellos que no solo promoverán esa misión, sino que lo harán sin una pizca de interrupción a la cultura que permite que América lo haga en primer lugar. La civilización y la tecnología son más importantes que cada niño africano hambriento, cada refugiado de guerra, cada triste cachorro con grandes ojos en un comercial que una ONG jesuita compró con tus impuestos. Porque la civilización y la tecnología alimentan, albergan y protegen a todos nosotros. A toda la especie. Ese es el trabajo de América. América es un laboratorio, no un hospital ni un centro de cuidado infantil. Y una necesidad en otros no crea una deuda en nosotros.