Cada vez que estoy en una tienda de segunda mano, me recuerda lo corta que es la vida, rodeado de cosas que una vez fueron tesoros y cuyos dueños vivieron solo una fracción de su vida útil. Regalos de cumpleaños, baratijas de los abuelos, joyas de bodas, si algo tan inerte y trivial puede existir durante tanto tiempo, ¿por qué nosotros, como seres sentimentales, estamos tan atónitos y somos tan parecidos a los muebles e inflexibles respecto a los anhelos del corazón?