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El dinero no es solo tecnología: es un contrato social. Su valor no proviene del código o de las plataformas, sino de la confianza colectiva en un sistema que nos permite transaccionar, almacenar valor y medir la economía. Y esa confianza siempre ha dependido de tres principios innegociables: soberanía, para que sepamos quién está detrás; confidencialidad, para que podamos usarlo sin exposición; y finalización determinista, para que podamos confiar en que cada transacción se liquidará con certeza. Si eliminamos esos principios, el dinero digital deja de ser dinero: se convierte en nada más que una base de datos tokenizada.
Y, sin embargo, gran parte del debate actual sobre el dinero digital se centra en cómo lo construimos: qué plataforma dominará, qué tecnología escalará, en lugar de en qué estamos construyendo. Ese es un error fundamental. El futuro del dinero no estará definido por la pila técnica que elijamos, sino por cuán bien integremos estos principios en el mismo tejido del sistema. Sin ellos, ninguna cantidad de innovación proporcionará confianza, resiliencia o adopción global.
En este artículo de James Mitchell, CEO de R3 Currency and Financial Solutions, exploramos por qué la industria debe dejar de perseguir características y comenzar a diseñar desde los primeros principios, y cómo la soberanía, la confidencialidad y la finalización determinista pueden guiarnos hacia un sistema financiero listo para la era tokenizada:

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