Las mismas habilidades cognitivas que deberían ayudarnos a pensar con más claridad pueden, de hecho, profundizar nuestros sesgos. Las personas inteligentes no solo son mejores para encontrar la verdad, sino que también son mejores para construir racionalizaciones sofisticadas, interpretar selectivamente la evidencia y, en última instancia, crear narrativas a prueba de balas que confirmen lo que ya creen. No están siendo deshonestos deliberadamente; realmente creen que su razonamiento superior los ha llevado a conclusiones correctas, cuando en realidad ese mismo razonamiento simplemente ha hecho que su sesgo de confirmación sea más a prueba de balas. Cuanto más aguda es la mente, más sofisticada es la autoengaño.