La curiosidad es una de las mejores ventajas que puedes llevar, sin importar el campo. Es el motor detrás del descubrimiento, la chispa que te empuja a un nuevo territorio. Las habilidades se pueden enseñar, los marcos se pueden aprender, pero la curiosidad es lo que te mantiene avanzando mucho después de que otros se detengan. De niños, la curiosidad es ilimitada y dispersa; nos preguntamos sobre todo sin dirección. Como adultos, es fácil sentir que esa curiosidad se desvanece. Nos sorprendemos con menos facilidad, menos inclinados a hacer preguntas sobre todo lo que nos rodea. Pero esto no es necesariamente una pérdida. En verdad, a menudo evoluciona. Se vuelve más nítido, más enfocado y mejor alineado con lo que vale la pena perseguir. Aprendemos a canalizarlo, a centrarnos en problemas que vale la pena resolver, a perseguir preguntas que importan en nuestro trabajo y en nuestras vidas. Jim Simons dijo una vez: "Quiero un tipo que sepa suficientes matemáticas para poder usar esas herramientas de manera efectiva, pero que tenga curiosidad por cómo funcionan las cosas y suficiente imaginación y tenacidad para doparlas". La curiosidad, entonces, tiene menos que ver con el asombro infantil y más con un hambre disciplinada; una capacidad para permanecer fascinado por el mundo, pero también para canalizar esa fascinación con habilidad, imaginación y persistencia.
25.91K