Siempre solía preguntarme por qué los atletas agradecían a Dios cuando lograban algo milagroso. Honestamente, pensé que era cursi. Pero cuando miro hacia atrás en los últimos años de mi vida, sería ingenuo descuidar la probabilidad de una guía espiritual o divina. Cualquiera que tome una ruta fuera de los caminos trillados lo sabe. Las cosas suceden demasiado perfectamente. Y parece que siempre hay una voz sutil en tu cabeza o una mano en tu espalda que simplemente sabe. Sabe lo que está bien y lo que está mal, a dónde ir, y te da la certeza de que todo va a estar bien de alguna manera.