La verdadera compasión, el verdadero amor por la humanidad, requiere reconocer los sacrificios, tomar decisiones difíciles y, sobre todo, poner la verdad en primer lugar. Si no vemos el mundo tal como es, entonces todos nuestros esfuerzos fracasarán. No es amable insistir en mentiras agradables. Es egoísta. Significa que te importa más parecer bueno y evitar la incomodidad emocional que realmente hacer el bien. Sería bonito si los humanos fueran tan psicológicamente maleables que pudiéramos convertir Afganistán en una democracia liberal. Pero no es cierto, y el costo de esta falsa creencia en sangre y tesoros ha sido inmenso. Sería bonito si las personas fueran tan prosociales que continuarían haciendo trabajos difíciles y a menudo aburridos sin la perspectiva de una ganancia personal. Pero no es cierto, y los regímenes basados en esta creencia inevitablemente conducen a la muerte masiva. Sería bonito si nuestra clase de expertos realmente fuera una especie diferente y mejor, en gran medida inmune a los sesgos o al menos capaz de autocontrolarse. Pero han demostrado que son al menos tan tribales y sesgados como el resto de nosotros. La verdad debe preceder a los juicios de valor. Es primero, luego debe. No solo porque la verdad te muestra cómo alcanzar tus objetivos, sino porque puede revelar que los términos básicos en los que se expresan tus objetivos son incoherentes, o que hacen suposiciones tácitas que son falsas.