Tengo una teoría en marcha que la actitud de un país hacia el consumo de tabaco te dice si ha sucumbido o no al proyecto tecnocrático liberal. Fumar es una de esas cosas que el consenso gerencial basado en datos - el mismo que produjo La Ciencia™ como una autoridad moral infalible - ha hecho todo lo posible no solo para desincentivar, sino para eliminar por completo. Todo sucedió muy rápido. El rechazo total al tabaquismo está ahora tan arraigado en nuestro éter cultural que se considera como la única verdadera posición Ilustrada. Lo asombroso es lo rápido que sucedió - aparentemente en una sola generación. Fue un enfoque integral de toda la sociedad que involucró una campaña de vergüenza muy estratégica (esas odiosas etiquetas de los paquetes de cigarrillos que muestran deformidades) y cada otra palanca política en la caja de herramientas de gobernanza. El hecho de que Francia, de todas las naciones, tomara este verano el extraordinario paso de prohibir fumar en espacios públicos al aire libre, incluidos parques y playas, lo dice todo. Primero te avergüenzan, luego te imponen impuestos exorbitantes a los productos de tabaco, y luego regulan dónde puedes fumar. Y ese espacio eventualmente comienza a encogerse - de solo algunos lugares al aire libre, a ahora “solo” esta esquina donde te decimos (en Singapur establecen conos alrededor de los cuales puedes fumar como un adicto a las drogas sin dignidad, pero no puedes salir del cuadro pintado en el suelo, y si lo haces, te gritan como a un niño que coloreó fuera de las líneas), y luego algún día, a ningún lugar en absoluto. Ahora considero que solo los países que tienen un enfoque de laissez-faire hacia los fumadores son los únicos “reales” que quedan. Es un buen indicador de la aceptación del romanticismo genuino en una era de gestión tecnocrática. Esto no solo está afectando a las democracias liberales, por cierto - incluso lugares como los EAU y China están reduciendo cada vez más los espacios donde puedes encender un cigarro o un cigarrillo. Es por eso que amo algunas partes del Medio Oriente y el Sudeste Asiático. Aún se sienten como lugares reales - no versiones de Disneylandia donde todo está micromanejado. Siguen siendo salvajes y libres, no molestados por la revolución gerencial.